La corbata del señor obispo

A los obispos los nombra el papa, y el papa puede pedir que renuncien o directamente quitarlos de sus diócesis si así lo considera. La historia está llena de ejemplos y seguro que todos recordamos algunos. En estos tiempos también, como siempre ha sucedido. Normal. Si un obispo dice bobadas, es imprudente, o hace las cosas con escándalo de sus fieles o de forma que pueda hacer daño por sus obras o palabras, pues normal que le priven de la diócesis.

La razón última no es que sea progre o conservador, sino no saber estar en su sitio. A Don Pedro Casaldáliga nadie le quitó de Sao Felix do Araguaia hasta su renuncia por edad y ahí sigue viviendo sin complicaciones.

A mí que pongan o quiten a un obispo nunca me ha dado mayor dificultad, ni tampoco hago comentarios al respecto. Hoy por hoy la facultad de hacerlo es del papa y mientras no cambie la norma es lo que hay. Otra cosa es que a uno esa norma le guste más o menos. Pero eso es otro problema.

Hace poco saltaba la noticia de que la santa sede había forzado la dimisión de monseñor William Morris, obispo de Toowoomba, en Australia. Lejos nos queda. ¿Las razones? Algunos portales hablan de sus posicionamientos teológicos controvertidos en algunas cuestiones como el sacramento del orden, o en temas de moral sexual.

Hace unos días se ha filtrado a la prensa un informe realizado por la misma diócesis  que narra los desencuentros del señor obispo con Roma. Supongo que no es el primero ni será el último. Allá cada cual con sus relaciones con el papa.

Yo creo que en nuestra iglesia caben muchos matices. Pero lo que no estoy dispuesto a tolerar es un obispo hortera y narcisista.

Porque este informe dice que el señor obispo, cuando fue consagrado como tal, decidió prescindir del traje clerical normal –él sabrá- y aparecer con una corbata en la que se había hecho bordar su escudo episcopal. Mire usted, eso sí que no. Hay que ser hortera para ir por la vida con una corbata que lleve bordado el escudo episcopal. Los escudos episcopales son restos de una concepción del episcopado que bien está como concesión a la historia y colocarlos en algún documento oficial, pero hombre, señor obispo, tanto como para bordarlo en la corbata…

Y no contento con eso, monseñor encargó no sé cuántas corbatas más con su escudo para regalárselas a los sacerdotes y decirles que desde ese momento el traje clerical en su diócesis era la corbata con el escudo episcopal. Evidentemente este obispo anda justito del cuello para arriba. Un obispo que parece de líneas muy avanzadas pero luciendo escudito. Y ya el colmo es que regale corbatitas a sus curas para que vayan todos de uniforme con el sello no de la iglesia, el clergyman de todos, sino la marca del obispo, como si fueran su propia ganadería.

Al lado de la horterada de la corbata y el escudo, a un servidor le parece que los demás temas son menores. ¿Se imaginan a Rouco regalando a los curas corbatas, pañuelos, bolis, camisetas, con su escudo episcopal? ¿Se imaginan la que se habría liado?

Lo siento monseñor Morris. Un obispo puede ser progre o conservador, liberacionista o partidario de latines, guapo o feo, calvo o de abundante pelambrera. Puede ser barbado o lampiño, elegante o zafio, culto o raspadito. Hortera y narcisista nunca.

Y un obispo que lleva una corbata con su escudo episcopal bordado, es un hortera. Y si encima regala más a los curas para que las lleven como signo clerical, un narcisista. Hasta ahí podíamos llegar.